Alberto Ojeda

Soy blanco’, asegura. Y, a pesar de que la tinta apenas deja espacio para la blancura o el aburrimiento, le creemos. Su vida se dibuja en sus brazos, tan llenos de color, matices, texturas e historias. 

Alberto habla. Habla alto, con contundencia y seguridad. Alberto aprende, absorbe y crea. Crea a partir de papeles en blanco y de ideas que vuelan tan alto como para que sólo él pueda captarlas desde el telescopio que le aleja, muchas noches, de los ruidos de la ciudad. 

Alberto es de las personas que no vive, juega. 

Juega a hacer música, a probar, a pensar, juega a entender el universo, a cuestionarlo y a desmontarlo, sólo para poder llegar a montarlo de nuevo. 

Uno diseña exactamente igual que piensa y él es un perfeccionista de ideas creativas. Versátil de mente inquieta y viajada. Argentina, Vietnam y China han tenido la suerte de contar con su pulso pero ahora es turno de que la isla baile al son de sus pulsaciones. 

Dice Stephen Hawking: ‘La raza humana necesita un desafío intelectual. Debe ser aburrido ser Dios, y no tener nada que descubrir’. Y es que, ¿quién querría ser Dios pudiendo volar tan alto como él sin tener que renunciar a los nuevos hallazgos?

Si pierdes de vista a Alberto, probablemente esté llevando a cabo la máxima de que una mente sana sólo encajará con un cuerpo que esté a la altura.